martes, 27 de agosto de 2013

En la puerta del otro lado


Parte de un capitulo de mi primer libro: “En la puerta del otro lado”

“Él me había salvado, pero a un precio demasiado alto.
La tensión acumulada me precipitó al desconsuelo, mi amargo sollozo desvaneció su abstracción.
   
   Como si de un acto ceremonial se tratara, quebró la espada privándola del honor del brazo del guerrero, de ser blandida en la batalla. Jamás volvería a ser utilizada, quedó reducida a un mal recuerdo... hecha añicos. Junto a aquel que había sido ajusticiado.
Sus ojos buscaron los míos. Me tomó en sus brazos, y su pecho me cobijó.
Su fuerza me rescató del abismo, del devastador resuello que inexorablemente me habría precipitado a la enajenación.
   
   —Preciosa, estoy aquí. No sufras, jamás volverá a suceder, no volverá a hacerte daño.
   —Abrázame fuerte,  Alef,...  no me sueltes.
   —Te quiero, Alma, siempre me tendrás.
   —¡Dios mío! No puedo verlo... no puedo, Alef. Está ahí en el suelo, sin vida. Su muerte ha sido un precio demasiado alto. No sé si merecía morir.
   —Amor mío, cálmate. Estás bajo una fuerte tensión. Deja de mirarle, solo es un despojo, ya no está entre nosotros. Lo merecía,... merecía morir —su voz denotaba tranquilidad. Solo era una mera apariencia.
   —Necesitaré tiempo para superar esto. —Dije.
   —Yo lo haré posible. —Dijo él.
   —Alef, ¿qué ocurrirá ahora?... Te condenarán por esto y te apartarán de mi lado. No quiero pensarlo,... no podré soportar tu ausencia.
   —Cierra los ojos y escucha mi corazón —no le importaban las consecuencias, tan solo le preocupaba una razón: hacerme olvidar. No obstante, no eludiría su compromiso.
   —No huiré, asumiré las consecuencias de lo que he hecho —dijo tras un largo silencio—. Te llevaré a casa y yo regresaré al templo, debo rendir cuentas con el padre. Déjame cubrirte, estás a salvo. Alma, mírame... yo te ayudaré a superarlo —me besó y abandonamos aquel recinto.
   
   Arropada en él, de pronto el silencio se quebró, la tormenta resquebrajó la pasividad del día, precipitó una torrencial lluvia. Miré al gran azul (cielo) y... imaginé que el cielo lloraba mis lágrimas.

Marisa Infante J. Derechos de autor reservados. 

miércoles, 14 de agosto de 2013

RESEÑA DE MI LIBRO

RESEÑA DE:  RENGLONES DE ARENA.

POR MIGUEL TUR.
WEBMASTER.

Búsqueda de respuestas...
Esa es la desazón de la protagonista femenina de "Renglones de arena", Mar. 
¿Por qué ese anhelo de vislumbrar lo que es desconocido para ella?
Interrogantes que sin ni siquiera imaginarlo, ella, ellos, descubrirán de la peor manera posible.

Qué ocurrió en lo más profundo de la gruta que le era imposible explicarse a sí misma, digerirlo...
Sus colegas de estudio y de viaje no quedarán ajenos a las tribulaciones que, en algún momento y orquestadas por el destino o, alguien que ni siquiera existe, determinó que tenía que suceder así.

Una odisea por las arenas del tiempo... Fantástica odisea, misteriosa y una casta desaparecida, pero no olvidada en los océanos del tiempo... 

Y hasta aquí puedo contar. No deseo desvelar al lector el misterio que envuelve la trama del libro, desde la primera hasta la última página.
A mí me embaucó. ¿Y a ti, estimado lector? 

De la autora, Marisa Infante Jimenez.

Espero lo disfruten, merece la pena sumegirse en esta historia.

Miguel Tur. 

sábado, 18 de mayo de 2013

Silencio


Silencio… ¿Qué es el silencio?...

Silencio es el vacío del alma, imperceptibles susurros que naufragan en el abismo de la soledad.

Te llamas silencio cuando la crueldad se ceba en el llanto de un niño, llanto,… grito ahogado, mudo ante la pasividad de quien tolera dicha agonía.

Silencio,… cuando otorgas porque callas ante las barbaridades del egoísmo de quien se cree llevar la razón.

Silencio,… cuando las voces del hambre claman justicia.

Silencio cuando el mundo grita y no es escuchado, como un grito mudo desde el corazón.

Silencio en mi alma…

Silencio eres tú, que no escuchas cuando mi corazón te extraña.

Sí, silencio eres tú…

                                                                                                 Marisa Infante J.

Derechos de autor reservados

miércoles, 15 de mayo de 2013

RENGLONES DE ARENA


     Comienzo de la trama de mi libro, Renglones de arena:
   
    Tiempo presente.
    Era una fría tarde de otoño.
Sentada en su habitación frente al espejo, ella tenía la sensación de que el tiempo se hubiera detenido. Abstraída en sus pensamientos miraba una foto, y una sensación no olvidada la aturdía. Recordaba un episodio de su vida. Sensaciones adormecidas, mitigadas por el trascurrir de los días, del tiempo ya acaecido. Era una visión fijada en su memoria: acontecimientos que habían hecho de su vida una lucha constante, de la cual jamás podría desprenderse.
    Pasaron por su mente como un negativo, en blanco y negro.
¿Cómo hacer para relegar aquellos renglones de su memoria a las profundidades del olvido? La amnesia no dibujaba frontera que delimitara los pensamientos que engullían su alma. Las aguas de su memoria añoraban el remanso de paz anhelado, ahogado en el abismo. Solo deseaba olvidar.
    Abandonó su cuaderno de notas, el cual, guardaba tantos momentos...
    Alguien la sacó de su abstracción:
    —¿Mar?
    —Estoy aquí –musitó ella–. Discúlpame, no te he oído llegar.
    —¿Qué haces medio en penumbra?
    Un tenue resplandor se filtraba por la ventana, provocado por el reflejo de la luna.
    —Intento olvidar. Aquel recuerdo a veces se hace insoportable.
    —Mar, mírame. No quiero ver esa tristeza en tus ojos. Estás conmigo, ahora y siempre. Ven aquí –él la envolvió en el susurro de su voz.
    —Hazme olvidar aquella locura –dijo Mar.
    —No permitiré que siga atormentándote. Te lo prometo.
    Las palabras de él la confortaban, y sus ojos, sus ojos eran una esperanza para ella.
    Con la mirada perdida en el espejo, Mar evocó aquellos días...
    Un pasaje de su vida que, se remontaba tres años atrás...

    Marisa Infante J. Derechos de autor reservados. 
   

jueves, 2 de mayo de 2013

EL PONCHO ROJO (relato corto)


Amaneció ligeramente nublado.
Ella decidió visitar a su madre, ella, María, que tras una mañana algo ajetreada quiso tomarse un respiro.
Mientras caminaba, un detalle motivó su atención, el cual hizo que se detuviera ante un escaparate de una tienda interrumpiendo su marcha.
El detalle en cuestión era un pequeño cojín de ganchillo blanco, ribeteado con puntilla.
Permaneció absorta ante el escaparate durante unos largos minutos, y como un flash, emergieron a su memoria entrañables momentos que la hicieron sonreír para sus adentros. Momentos de su niñez y adolescencia, apenas lejanos en el tiempo.
Reanudó su camino sin dejar de evocar aquellos instantes de su vida, entrañables e inherentes a su ser, como del mismo aire que respiraba. Aquel cojín de ganchillo despertó en ella un sentimiento de nostalgia.
     Llamó al timbre de la puerta, pero en casa de su madre no había nadie. Sacó la llave, de la que tenía una copia. Esperaría a que su madre regresara a casa.
Tras unos instantes asomada al balcón, entró en el salón, instantáneamente su mirada se posó en una mecedora antigua, la mecedora de su abuela, la cual encerraba mucha historia.
Y ella se sentó en la mecedora, en la que tantas veces se balanceó siendo una niña. Se abstrajo de todo lo que la rodeaba y se sumergió en sus más preciados recuerdos...
     <<Cuántas sobremesas en la salita de estar junto a su abuela que siempre se sentaba en su mecedora, haciendo ganchillo mientras charlaba con su nieta María, que a regañadientes y bastidor en mano, bordaba el pañito que su abuela le había dibujado para enlazar las puntadas del bordado. Ella, que tenía quince años entonces, a ratos interrumpía el bordado, escuchaba embobada a su abuela, que entrañable, le descubría a su nieta a través de sus palabras, la historia de su juventud, de su vida. Y así tarde tras tarde, entre vainica, ganchillo y bordado... 
Y uno de aquellos días, ella, María, se emberrenchino. No consintió ponerse un poncho de lana que su abuela le había hecho a ganchillo, un poncho rojo, largo hasta el muslo, y precioso. La abuela la comprendía, sabía que su nieta era noble, pero con carácter y rebelde en su edad. La comprendía porque su nieta tenía mucho de ella cuando fue joven. Así que esperó con paciencia a que a la chiquilla se le pasara la rabieta.
Tras dos días de beligerar con su abuela, consintió, y al final le encantó. Pero cuando ella realmente disfrutaba era cuando su abuela le pedía que la ayudara a hacer los roscos y buñuelos de Navidad, y con el delantal y las manos enfrascadas dando forma a la masa, tiznada de harina hasta las cejas, no paraba de reír viendo a su abuela a carcajada limpia por mor de las pintas de su nieta.
Y tras el reposo de la masa llegaba el gran momento que María ansiaba: hartarse de buñuelos y roscos que tan deliciosos le salían a la abuela.
Entrañable e inolvidable... 
    Cuántas risas, cuántas charlas, cuántas carreras en el patio hasta el interior de la casa intentando zafarse de la obligación de fregar los platos tras el almuerzo... Cuántos tirones de la manga del jersey cuando María, junto a su prima, otra nieta más, sentadas junto a su abuela en un banco de la Iglesia para escuchar la misa de la mañana del domingo, era reprendida por su abuela porque a María le entraba la risa tonta y no podía parar de reír. Y por lo bajini se tapaba la boca intentando disimular y aguantar la risa, pero el colmo era que su prima, contagiada de esa risa tonta, reía con una risa algo escandalosa. La abuela, negra por la situación se levantó del banco enganchando a María y a su otra nieta por la oreja a cada una. Tuvieron que esperar a la abuela en el portal de la Iglesia hasta que acabara la misa.
Menuda reprimenda estaba por caer...
     Cómo disfrutaba María en el patio de la gran casa de su abuela, rebosante de plantas, y que ya desde entonces sería una de sus grandes aficiones. Su abuela le transmitió ese amor por las plantas, como también desde más pequeña, María sintió curiosidad cada vez que veía a su abuela frente al espejo empolvándose y retocándose la cara.
Su abuela disfrutaba viendo a su nieta desde muy pequeña coqueteando con los tacones y las ropas que cogía del armario de su madre, y a María, ya adolescente, le encantaba hurgar en las pinturas de ojos y barras de labios de la abuela experimentando frente al espejo. Y la abuela que la pillaba infraganti y no podía disimular la risa de satisfacción frente a su nieta, a pesar de la reprimenda.
     El almuerzo a veces se convertía en el momentazo del día, cuando se comía migas. Nietas y nietos casi adolescentes, ocupando la gran mesa solo para ellos, se convertía en una batalla campal. Se comía las migas, pero el almuerzo acababa con las migas volando por encima de las cabezas con las cucharas en ristre a modo de tirachinas y con carcajadas cargantes... Hasta que el bofetón o la alpargata hacían acto de presencia de la mano de la abuela enfilando el pasillo que venía de la cocina, y todos a correr como alma que lleva el diablo.
Tras lo cual se imponía el castigo entre comillas: en casa, sin tele, y a ayudar a limpiar el patio a fondo toda la tarde hasta que se hiciera de noche. Muy larga era la tarde, ya que en verano a las diez de la noche, aún es de día.
María, su nieta, sabía que no todo era cuestión de rebeldía. Asumía la situación cuando era necesario, sin rechistar. Aunque deseara hacer lo que le viniera en gana, aceptaba las consecuencias, en el caso de que ella hubiera sido partícipe>>. 
     María, también asumiría en su momento y tras muchos años después, siendo ya una mujer, la pérdida de su abuela, una gran pérdida.
Pero esa es otra historia.
     Sí, abuela, he contado parte de nuestra historia. Pequeñas anécdotas como si fuera un narrador, pero soy yo, tu nieta. Podría escribir un libro con todo lo que viví a tu lado, lo que me enseñaste. Fueron tantos momentos... Miles y miles de momentos, una vida entera.
Ya no estás en este mundo, pero sigues conmigo. Siempre.
   
     Ella se sobresaltó al sentir una mano en su hombro. Tan absorta se hallaba en sus recuerdos que, no escuchó la puerta al abrirse cuando llegó su madre.
Miró su reloj y se percató de que habían transcurrido cuarenta y cinco minutos desde que se decidiera a esperarla sentada en el salón.
Se incorporó, y antes de abandonar el salón se giró y contempló la mecedora con cariño. De alguna manera ella sentía la presencia de su abuela en esa mecedora, la que tantas veces fue testigo de sus charlas y risas, reprimendas y llantos...
Se sonrió y se cogió del brazo de su madre rumbo hacia la cocina, tenía hambre.
Se sentía feliz, y todo motivado por un pequeño cojín de ganchillo que la transportó a unos momentos ya vividos, pero jamás olvidados y, guardados en su memoria.

                                                MARISA INFANTE JIMENEZ

    





miércoles, 3 de abril de 2013

Uno de los capítulo de mi libro: Renglones de Arena


A esas horas el calor apretaba. Pensaron que era mejor quedarse.
Carlo se disculpó con Mar por lo ocurrido hacía un momento. Ella le quitó importancia.
Era la 1’30 p.m. y hacían verdaderos esfuerzos para soportar el insufrible calor que hacía. Mar miraba a su alrededor lo animado del ambiente. Conversaban en animada charla, cuando tras unos instantes, ella captó algo extraño.
Brendan también se 
apercibió de ello. A Mar no le gustó la expresión en los ojos de Brendan.

Uno, dos, tres, cuatro…, doce individuos. Un recuento nada esperanzador. Irrumpieron inesperadamente, y su llagada provocó desasosiego entre los que allí se encontraban.
Eran nativos del país: árabes. La mayoría eran jóvenes, aunque no todos. Vestían a la antigua usanza árabe. Sendos turbantes ceñían sus cabezas y… De pronto, Mar dejó de pensar en las ropas que definían su cultura porque el mundo se le vino encima al percatarse de algo que la produjo un escalofrío que la dejó helada: uno de aquellos sujetos mostraba una sospechosa apariencia. Llevaba un fusil camuflado bajo su indumentaria. La culata del arma asomaba peligrosamente por uno de los pliegues de su chilaba.
 
Ella alzó sus ojos hacia al techo buscando el gran azul (el cielo), implorando benevolencia. Los cerró un instante presa de su desesperanza. Buscó la mano de Brendan y se aferró a ella con desesperación. Se sentía aterrorizada.
 
—Mar… –musitó él, sus ojos le dejaron entrever que el temor que ella había sentido no fue infundado– ¡Nos vamos ahora mismo! –apremió.
—¿Qué ocurre?
—Carlo, no preguntes y confía en mí. Quizá aún tengamos tiempo para… He olvidado algo. Esperad un momento –se fue a toda prisa por el pasillo escaleras arriba.
—¡Brendan qué pasa! –Carlo no quiso comprender.

Marisa Infante J. Derechos de autor reservados 

viernes, 8 de marzo de 2013

RESEÑA



                         
RESEÑA DE MI LIBRO RENGLONES DE ARENA. 
ESCRITA POR EL ESCRITOR, FRANCISCO CUENCA GOMEZ.



Cuando uno termina de leer "Renglones de arena" de Marisa Infante sufre una gran desazón, y aún diría más, un leve sentimiento de frustración.
 
Por supuesto, esto se debe a que uno ha llegado al final de algo que nunca hubiera querido acabar. "Renglones de arena", podríamos definirla como
una novela total. 


En ella encontramos aventura, pasiones, historia, intriga, y todos los sentimientos humanos por antonomasia.

El modo en que está resuelta la novela es magistral desde el punto de vista de lector, ya que durante su lectura uno conoce a los personajes de forma completa.
Sabemos cómo son físicamente y los conocemos como a amigos de la niñez.

De esta forma Marisa Infante nos adentra en un mundo de intrigas religiosas e históricas haciéndonos viajar por tres continentes...


Imagen del libro, editado y publicado por editorial Círculo Rojo.

 

miércoles, 6 de marzo de 2013

ENTREVISTA DE MI LIBRO


 














Home http://adra.ideal.es/templates/ja_teline_ii/images/arrow.pngGente Cercana http://adra.ideal.es/templates/ja_teline_ii/images/arrow.pngLa escritora Marisa Infante presentará en Adra 'Renglones de Arena'
Viernes, 02 de Noviembre de 2012 15:42 Laura Montalvo

«Un viaje, un misterio por desvelar, legados imposibles...perdidos, olvidados en las arenas del tiempo. Códices, renglones inscritos en la arena. Un lance de la muerte...Estaba escrito».
Esta es la carta de presentación de 'Renglones de arena', el segundo libro de Marisa Infante, una gaditana de madre abderitana y afincada en Adra desde hace años que está sacando adelante su pasión por escribir y transmitir «tanto lo que tengo aquí como lo de aquí», dice mientras se señala cabeza y corazón. Estudió puericultura pero desde bien niña sabía que su pasión eran las letras y desde la adolescencia escribía poemas «que aún hoy releo con un sonrisa».

De hecho, 'Renglones de arena' es su segundo libro, tras 'En la puerta del otro lado', editado en el año 2005. «Ese primer libro surgió a partir de un sueño que tuve, y me dije ¿por qué no escribirlo? y así fue fluyendo, desde el año 1999 que tuve la primera idea, en la que me refugié por la situación personal que estaba viviendo.
Y mientras lo escribía, en 2004 surgió la idea de este segundo libro, y empecé a tomar notas de lo que hoy es ya una realidad», explica la autora a IDEAL.

Ocho años

Ocho años ha tardado esta obra de 613 páginas en ver la luz, «una obra trabajada, meditada, muy cuidada», asegura, y que ha editado Círculo Rojo, editoral afincada en el municipio almeriense de El EJido.
«La historia que narro está ambientada en Roma y Egipto, a través de un viaje, y en el libro hay aventuras, acción, amor, de todo».
Y los renglones se escriben sobre la arena del desierto mientras tiene lugar un viaje , una investigación donde la exégesis revelará la luz de un mundo oculto, ignoto, al status quo de la humanidad. Esto y mucho más es lo que encontrarán los lectores de esta obra de la que se ha lanzado una primera edición de cien ejemplares y que se van a vender a través de varias librerías conocidas de Adra y la provincia al precio de 17,95 euros.
También el próximo 10 de noviembre se podrá adquirir, en la presentación del libro que va a realizar la autora, de la mano del también escritor abderitano Paco Cuenca, quien también ha publicado con esta editorial ejidense. El acto de presentación de 'Renglones de arena' tendrá lugar en el Museo de Adra a las ocho y media de la tarde.
Pero ya hay quien ha podido empezar a leerlo como «mi padre, que es muy crítico, y cuando le regalé un ejemplar y empezó a leerlo llamó a mi hermana para decirle que le gustaba mucho. También me lo han dicho otros que han empezado a leerlo, estoy muy contenta y espero que el boca a boca funcione, que la gente lo lea y lo comente».

Muchas madrugadas en vela y compaginar su vida familiar, su casa, sus hijos para ahora contemplar con emoción la portada en tonos tierra de este segundo libro del que Marisa se siente muy orgullosa y que surgió de «una idea de algo que me llamó la atención en una película, no la película en sí, sino un detalle. El libro tiene de todo y estoy deseando que la gente lo conozca».
Los nervios de su puesta de largo mantienen inquieta a esta escritora novel que se ha leído su obra «unas veinte veces». Pero Marisa Infante presentará su trabajo con la transparencia que la caracteriza, tratando de explicar al público abderitano «que cuento esta historia tal y como me sale de dentro. Aunque me gusta mucho leer y me gustan varios autores distintos yo tengo mi estilo propio». Y con firma propia cuenta 'Renglones de arena', firma abderitana de sangre gaditana.

http://adra.ideal.es/gente-cercana/1044-la-escritora-marisa-infante-presentara-en-adra-renglones-de-arena.html