Parte de un capitulo de mi primer
libro: “En la puerta del otro lado”
“Él me había salvado, pero a un
precio demasiado alto.
La tensión acumulada me precipitó al
desconsuelo, mi amargo sollozo desvaneció su abstracción.
Como si de un acto ceremonial se tratara, quebró la espada privándola
del honor del brazo del guerrero, de ser blandida en la batalla. Jamás volvería
a ser utilizada, quedó reducida a un mal recuerdo... hecha añicos. Junto a
aquel que había sido ajusticiado.
Sus ojos buscaron los míos. Me tomó
en sus brazos, y su pecho me cobijó.
Su fuerza me rescató del abismo, del
devastador resuello que inexorablemente me habría precipitado a la enajenación.
—Preciosa, estoy aquí. No sufras, jamás volverá a suceder, no volverá a
hacerte daño.
—Abrázame fuerte, Alef,... no me sueltes.
—Te quiero, Alma, siempre me tendrás.
—¡Dios mío! No puedo verlo... no puedo, Alef. Está ahí en el suelo, sin
vida. Su muerte ha sido un precio demasiado alto. No sé si merecía morir.
—Amor mío, cálmate. Estás bajo una fuerte tensión. Deja de mirarle, solo
es un despojo, ya no está entre nosotros. Lo merecía,... merecía morir —su voz
denotaba tranquilidad. Solo era una mera apariencia.
—Necesitaré tiempo para superar esto. —Dije.
—Yo lo haré posible. —Dijo él.
—Alef, ¿qué ocurrirá ahora?... Te condenarán por esto y te apartarán de
mi lado. No quiero pensarlo,... no podré soportar tu ausencia.
—Cierra los ojos y escucha mi corazón —no le importaban las consecuencias,
tan solo le preocupaba una razón: hacerme olvidar. No obstante, no eludiría su
compromiso.
—No huiré, asumiré las consecuencias de lo que he hecho —dijo tras un
largo silencio—. Te llevaré a casa y yo regresaré al templo, debo rendir
cuentas con el padre. Déjame cubrirte, estás a salvo. Alma, mírame... yo te
ayudaré a superarlo —me besó y abandonamos aquel recinto.
Arropada en él, de pronto el silencio se quebró, la tormenta resquebrajó
la pasividad del día, precipitó una torrencial lluvia. Miré al gran azul
(cielo) y... imaginé que el cielo lloraba mis lágrimas.
Marisa Infante J. Derechos de autor
reservados.
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